jueves, 7 de abril de 2011

Se dejó llevar.

Elías bajó del pequeño coche amarillo heredado de su tío. Miró su reflejó en la ventanilla, se repeinó y suspiró. No estaba nervioso, intranquilo quizás. Tenía miedo, aunque estaba emocionado por lo que iba a pasar. Enfundado en su mejor americana, empezó a andar entre los árboles que ganaban densidad con cada paso. El recorrido no fue largo, Elías lo tenía todo estudiado. 
Esa tarde había ido a visitar a sus padres, y había quedado con Marta para ir a tomar algo el siguiente fin de semana. Llamó a Iván y hablaron de ir a por el último disco de su grupo favorito, que salía a finales de mes.
Llegó al punto indicado, donde tantas tardes había pasado dándole vueltas a todo. Respiró hondo, se dejó llevar.
Cuatro dias después encontraron el coche aparcado en el mismo sitio donde Elías lo había dejado. Tras rastrear la zona, encontraron su cadáver en el fondo del barranco a escasos metros de la carretera. En el bolsillo de su americana, manchada de sangre y polvo, encontraron una nota de suicidio. Escamparon sus cenizas por el monte donde solía jugar de pequeño.

+ No me preguntéis por qué, pero me apetecía escribir sobre suicidios.


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